Tereré: el alma fria de una tradición calidad

Hay rituales que no necesitan palabras. Basta con un gesto, una mirada, un simple “¿tomamos un tereré?” para que la rueda de la confianza y la conversación empiece a girar. El tereré no es solo una bebida fría a base de yerba mate. Es una costumbre que late en el corazón del Paraguay y que, con los años, ha sabido echar raíces en otras tierras y otras almas.

Una herencia que se siente en la sangre

Yerba D´jango

La historia del tereré comienza mucho antes de que existieran fronteras. Fueron los guaraníes, pueblos originarios de Sudamérica, quienes descubrieron los secretos de la yerba mate (Ilex paraguariensis) y aprendieron a extraer de sus hojas no solo sabor, sino fuerza, energía y salud. Ellos ya lo bebían frío, directo de la naturaleza, cuando el calor apretaba y la selva ofrecía su sombra.

Con la llegada de los colonizadores y, más tarde, de las misiones jesuíticas, el hábito de tomar yerba cambió, se calentó, se formalizó. Pero en el corazón del Paraguay, el tereré se mantuvo intacto: simple, frío, puro, como la voz de un pueblo que se resiste a olvidar de dónde viene.

El arte de compartir

Quien no ha tomado un tereré, quizás no entienda su verdadero significado. Porque no se trata solo de calmar la sed o refrescar el cuerpo. Se trata de detener el tiempo, de reunirnos, de pasar el guampa de mano en mano como si fuera una ofrenda de amistad. Se toma en ronda, como el mate, pero en clima cálido, con agua fresca, y muchas veces con yuyos—hierbas medicinales y aromáticas—que no solo curan el cuerpo, sino que también reconfortan el alma.

Más que costumbre: una identidad

El tereré es tan profundamente parte del ser paraguayo que en 2020 fue declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Pero incluso antes de ese reconocimiento internacional, ya lo sabíamos: el tereré es cultura viva. Se lleva al trabajo, se comparte en familia, se ofrece al amigo y al extraño por igual. Se toma en silencio o entre risas, con hielo o sin, con limón o menta, con burro o anís. Hay tantas formas de tomar tereré como personas que lo comparten.

Un símbolo que viaja

vasos doble capa

Aunque Paraguay es su cuna, el tereré ha cruzado fronteras. En el norte de Argentina, en el sur de Brasil, e incluso en comunidades paraguayas en el exterior, la guampa y el termo son compañía inseparable. Más que un hábito, el tereré es un vínculo con la tierra y con las raíces, con los afectos y los recuerdos.

El frío que abriga

Hay una paradoja hermosa en esta bebida: aunque se toma fría, el tereré abriga. Une. Nos saca del apuro cotidiano y nos obliga, al menos por un momento, a estar presentes. A mirar al otro. A escuchar. A compartir sin prisa.Y tal vez ahí esté su magia: en que no necesita nada más que agua, yerba y alguien con quien brindar

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